La princesa irakí, Zaha Hadid, londinense de adopción es una fuerza explosiva capaz de alterar el orden de las cosas.
Rem Koolhaas escribió sobre ella:
La trayectoria profesional de Zaha es similar a la de un cohete que realiza un lento despegue para trazar una acelerada trayectoria en el espacio.
Hoy Zaha es un planeta con una órbita segura e inimitable, que viaja en una dimensión sin fronteras, en la que sólo existen el mar y el desierto. Sus composiciones casi siempre representan un retroceso en la distancia, parecen tan mágicas como la estela de Odisea 2001, de Kubrick, cuando va a aterrizar en un nuevo planeta, aquel que la arquitectura moderna debería diseñar. Su fe en la modernidad es absoluta:
“Quiero estabilizar un nuevo concepto de modernidad qué sea un estilo de vida, así que es necesario resaltar una nueva manera de representar el proyecto”.
Sus dibujos, proyectados en tres dimensiones, casi como si fueran reflejos de la superficie curva de la córnea, son un nuevo idioma capaz de transcender la pura representación para aventurarse en el mundo del intento:
“El dibujo es una lente que revela los aspectos imperceptibles, es un método para entender cómo pueden cambiar las cosas, cómo pueden evolucionar y servir, no sólo para cristalizar una forma en un camino definitivo, sino también para demostrar las posibilidades en que puede convertirse”.
Su lápiz, como una cámara cinematográfica, investiga la relación dinámica entre el espacio interior y exterior, entre lleno y vacío, entre los muchos fragmentos, cada uno con la propia autonomía constructiva de la unidad.
Cada dibujo es una historia, desde su origen (que nunca abandona) se articula hacia el futuro, hacia una nueva modernidad.
El concepto básico de su lenguaje pertenece a la supremacía rusa. Arata Isozaki, presentó en 1985 su proyecto ganador Peak j Hong Kong, en G.A. y escribió que …
“… la Supremacía, el último estilo moderno, ha reaparecido con una nueva forma después cincuenta años de ausencia”.
Zaha no oculta esta deuda cultural:
“El aspecto más excitante de la Supremacía es que la experimentación de aquéllos artistas era una aventura que carecía de conclusión alguna, lo que contaba era ir más allá de los límites. Su experiencia es mi punto de partida”.
Al principio sus dibujos eran en blanco y negro, más tarde apareció el color con gran fuerza. Los colores de pintura al temple, pintados con un pincel fino, no son elementos decorativos, aunque el cuidado con que se aplican es maníaco, sirve para revelar la calidad de la arquitectura.
“Cada vez que realizo un dibujo mi visión de los cambios del edificio, del color, es una clase de prueba que ayuda definir la configuración última de la arquitectura”.
Junto a sus proyectos Zaha ya ha entrado en el Olimpo y se sienta entre los mejores de la nueva generación; se consagró con Frank Gehry, Rem Koolhaas y Daniel Libeskind en la exposición de Philip Johnson en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Muchos han comparado su trabajo con el del visionario Libeskind; pero en los dibujos espaciales de Zaha puede apreciarse una actitud decisivamente pragmática, la intención de asumir los grandes y pequeños problemas de vivir y habitar.
En Zaha Hadid destaca su meticuloso cuidado en la representación de detalles, en el énfasis de las relaciones de espacio, incluso a pequeña escala. Esta actitud es la que le impulsa a diseñar, a crear interiores con una visión global de tipo urbano, en los que el espacio tiene el papel protagonista y en el que el mobiliario contribuye a su dibujo.
Zaha realiza su entrada oficial en el mundo del diseño con una colección de muebles tapizados: un proyecto fuerte, pensado para vivir en progreso y capaz de existir en un espacio con idéntica elasticidad que una serpiente, capaz de imponerse con la misma fuerza de una gran arquitectura.
Las obras de Zaha Hadid imponen una nueva idea de vivir: no son muebles, sino pequeñas entidades que establecen una relación dialéctica de encuentro y confrontación con el espacio doméstico.
Dominándolo, lleva los límites más allá de las propias paredes, proyectando los interiores en un espacio sin límites, donde cada uno puede ser un reflejo de su ciudad ideal.
Sus piezas de diseño deben ser concebidas en relación al espacio en el que hay que situarlas y no como respuesta a una función específica, sino con una concepción de uso dinámico, puesta en correlación con una manera completamente moderna de vivir.
Deben existir juntos, no porque sean similares o hayan sido diseñados para ser coordinados, sino porque su encuentro/confrontación en el territorio doméstico nace de una sensación emocional.
“Una de las situaciones más excitantes es la Plaza Roja: allí, edificios de diferentes épocas conviven de forma magnífica: la Caterdral de San Basil, el Gum, el Kremlin, el Mausoleo de Lenin. Son construcciones de gran calidad nacidas con una intención precisa. Es la intensidad de su diseño lo que provoca esa armonía en conjunto”.
En una casa moderna, los muebles deberían irradiar esa misma fuerte emoción de la Plaza Roja. Con ese mismo espíritu Zaha hizo recientemente su debut en el mundo del diseño, creando el mobiliario para una casa particular de Londres. Diseñó hasta el más mínimo detalle, hasta la tela del sofá, caracterizada por una graduación de color cuya curva retrocede en la distancia.